La urgencia de un plan de salida de la crisis


La urgencia de un plan de salida de la crisis

La urgencia de un plan de salida de la crisis

Martín Redrado – Director de Fundación Capital

Al evaluar los riesgos que enfrenta la economía argentina, surge con nitidez que en lo inmediato la híper-recesión le gana con creces al escenario de una inflación creciente. Sin embargo, hacia delante los riesgos de una aceleración en la dinámica inflacionaria persisten, en línea con una emisión monetaria de magnitud para sostener la economía durante la cuarentena.

El aislamiento social obligatorio, por un lado, limita el incremento de precios de un importante grupo de bienes y servicios (hotelería, restaurantes, actividades de recreación y cultura, comercios de ropa, calzado y equipamiento para el hogar, entre otros), que en conjunto representan un tercio de la canasta medida por el INDEC, y que exhibirán un menor deslizamiento en sus precios frente al cierre o suspensión de actividades. Por otro lado, la baja en la demanda también opera aquietando los precios en los próximos meses. En este sentido, la política de ingresos tampoco favorecerá a la aceleración de precios, en un marco en que las negociaciones gremiales se focalizan en cuidar los puestos de trabajo, incluso cediendo parte de los ingresos salariales (UOM y SMATA, entre otros negociaron bajas de entre un 25% y 35% en los salarios para abril y mayo, a cambio de la estabilidad en los puestos de trabajo). 

A esto se le adiciona la probable extensión en el congelamiento de los precios de servicios públicos, que representan un 10% adicional de la canasta de consumo. Asimismo, en medio de la emergencia sanitara se implementaron otros controles, como el congelamiento en el precio de las garrafas de gas y de los alquileres al precio vigente en marzo y por 180 días.  Además, el gobierno impulsó los “Precios Máximos”, que obligan a retrotraer los precios de una canasta de productos a los valores vigentes al 6 de marzo.

Al comportamiento de los precios estacionales (turismo, educación, etc) y de los regulados (tarifas), se contrapone la dinámica de otros productos mejor posicionados en el nuevo escenario, como los alimentos, los productos de higiene personal y de limpieza o servicios de comunicación y televisión por cable, que podrían exhibir aumentos superiores. Uno de los mayores desafíos en materia de precios es la continua suba en un rubro sensible como el de los alimentos. Incluso con una marcada desaceleración de la inflación en los últimos meses (3,8% promedio mensual en IVT-19 vs. 2,5% en IT-20) y la profundización de programas como Precios Cuidados y Precios Claros, estos productos continúan marcando fuertes incrementos (+3,8% promedio mensual en el IT-20).

Por otro lado, debe resaltarse que en el futuro inmediato se plantea un problema metodológico para la medición del índice de precios al consumidor (IPC) por los meses en que dure la cuarentena. El relevamiento de datos que usualmente se realiza de forma presencial, pasa a la modalidad online, principalmente en comercios grandes donde existe esta posibilidad. Para el resto, se dependerá de las consultas telefónicas o vía email, aunque no se podrá garantizar que estos coincidan con los precios efectivos en góndola. Asimismo, no se relevarán comercios que permanezcan cerrados, afectando particularmente a ciertos productos y servicios como entradas de cine o teatros o productos que no sean de primera necesidad (textiles) y que no se vendan de forma online.

Así, los productos más afectados por las restricciones de la cuarentena y la pérdida del poder adquisitivo de los consumidores, sumado al congelamiento de los servicios regulados, actuarán como anclas para los precios de los próximos registros. Así, la inflación tendrá una evolución de menor a mayor durante el año, donde proyectamos una moderación en los siguientes meses, aunque el último cuarto del 2020 podría exhibir un alza mayor. En este sentido, prevemos una inflación en torno al 45% i.a. en diciembre, aunque con una núcleo superior al 50% i.a..

En definitiva, el aislamiento social y la recesión limitan en el corto plazo el alcance de los factores que podrían tensionar a la inflación. Sin embargo, resulta importante monitorear la dinámica de ciertas variables que, en cuanto la actividad comience a normalizarse, podrían impulsar la nominalidad.

En primer lugar, la política fiscal resulta fuertemente expansiva en el marco de la emergencia sanitaria, con el gasto primario acelerándose al 70% i.a. en marzo (una suba de más de 20 puntos en términos reales). En esta dirección, el aumento de la emisión monetaria para financiar las abultadas necesidades del Tesoro, comenzará a incidir en la dinámica de los precios con el correr de los meses. Más aún, teniendo en cuenta los crecientes requerimientos del fisco hacia adelante, frente a una menor recaudación tributaria por la fuerte recesión y un mayor gasto para combatir los efectos de la cuarentena. Sin embargo, vale destacar que el efecto de la política monetaria en los precios no es instantáneo y suele operar con un rezago en torno a seis meses. En esta dirección, será crucial monitorear el desempeño de la demanda de dinero, que marcará la capacidad de la economía para absorber los excedentes monetarios. Estimamos que la demanda de dinero continúe aumentando en las próximas semanas, aunque este fenómeno transitorio comenzará a perder fuerza a medida que se vayan levantando las medidas de aislamiento. Una vez que esto ocurra, el Banco Central contará con menos margen para aumentar la emisión monetaria evitando una aceleración inflacionaria.

Por su parte, las autoridades intentarán planchar el tipo de cambio oficial para evitar nuevos sobresaltos en los precios, cuestión que pueden hacer habida cuenta del cepo cambiario y en vistas de un superávit comercial incluso superior al del año pasado (en torno a los u$s 20.000 millones). Así, vienen permitiendo un deslizamiento más suave frente a sus pares de la región. No obstante, existe una evidente tensión en el mercado, que se aprecia en la brecha cambiaria. Si bien la misma no opera tan directo como una devaluación del dólar oficial, su profundización dispara las expectativas de devaluación e inflación de la población.

Así, desde Fundación Capital prevemos que la inflación se ubique en torno del 45% i.a. en diciembre, pero con riesgos de una mayor nominalidad hacia delante. La contención de la inflación en base a controles, anclas cambiarias y congelamiento de regulados no es sostenible en el tiempo. La emisión monetaria de magnitud para sostener la economía durante la cuarentena, en el marco de una demanda de dinero débil, nos enfrenta a la posibilidad de una huida del peso, si no se plantea un sendero claro para las principales variables macroeconómicas. En este sentido, no sólo debe plantearse un programa de emergencia, es clave delinear un plan para la salida de esta crisis económica.

Comments are closed.

Sistema de pedidos